Más de cuarenta personas nos reunimos el domingo 28 de mayo de 2017. en la estación de ferrocarril de Torrelodones, para seguir los pasos de Felipe II hasta El Escorial.
A pesar de un par de inevitables tramos por urbanizaciones, Alberto nos supo llevar a nuestro destino por caminos y cañadas sin duda muy similares a los que transitaba el monarca en sus desplazamientos.
Tras cruzar el puente de Herrera, también ligado a las obras de El Escorial, en nuestra primera parada en Galapagar, donde se nos unió otro grupo de camineros, saboreamos una deliciosa tortilla de patata en La Bodeguilla, donde pudimos admirar además lo poco que queda de la antigua Casa Veleta, residencia de Felipe II en Galapagar: un espacio subterráneo abovedado de perfecta factura, que fue utilizado durante la guerra civil como refugio antiaéreo. Sabido es que en esta casa nació un hijo de Felipe II, Carlos Lorenzo. Menos conocido es que desde aquí escapó don Juan de Austria cuando su hermanastro el rey no le dio permiso para ir a combatir a la flota otomana que tenía cercada la isla de Malta; tras hacer noche en Torrelodones, siguió camino hacia Barcelona, donde tenía pensado embarcar, aunque al llegar a Zaragoza tuvo que guardar cama por enfermedad, siendo alcanzado por los emisarios de su hermanastro que habían salido en su búsqueda. Don Juan tendría que esperar unos años para batir a la flota otomana en la batalla de Lepanto.
A través de las dehesas de Galapagar, bastante más secas de lo deseable en esta época del año, pero no por ello menos hermosas, llegamos hasta el poblado de Navalquejigo, que siempre nos sorprende por su historia pasada y su aspecto actual. Tras una breve parada, nos despedimos de los camineros que decidieron volverse desde la estación de Las Zorreras.
Los demás seguimos por la Puerta verde y las Siete puertas hasta la estación de El Escorial, donde llegamos sin mojarnos. ¡Pero qué falta hace que caiga agua!
