Crónica de nuestra marcha el domingo 29 de Enero de 2023 para conocer los puentes y molinos sobre el río Guadarrama a su paso por Galapagar
No reencontramos la fría mañana del domingo, con el entusiasmo de volver a vernos los amigos camineros y la curiosidad que guardamos en nuestros corazones infantiles, por descubrir los secretos del río Guadarrama a su paso por Galapagar.
Guiaban la marcha Carlos Sanjuan y M José Calvo, que nos desvelarían el entorno y las escenas históricas que se vivieron en el Guadarrama muchos años atrás.
Comenzamos nuestra aventura sobre el río para encontrarnos con el puente de La Navata. Éste se construyó en la época bajomedieval, al caer en ruina el antiquísimo puente de Alcanzorla (en la vieja calzada romana y camino fronterizo musulmán en el siglo IX). Se sabe que el Marqués de Santillana, constructor y dueño de los ingenios molineros de allí, pudo potenciar el lugar, con el fin de facilitar el acceso al molino, incrementar sus ingresos recaudatorios y fomentar el desarrollo de la región, ya que éste era el paso de los carreteros del «Cordel de Valladolid», que transportaban el vino y los cereales producidos en Galapagar y otros pueblos hasta Manzanares y Colmenar Viejo. Probablemente, cayó en decadencia o ruina durante parte del siglo XVI al construirse el Puente de Herrera, más sólido y con mayor anchura para el paso de carros y carretas.
Por testimonios fotográficos de los años 40 del siglo XX, parece que la plataforma está aún en uso y es utilizado para el transporte harinero de los molinos anejos. Con el auge urbanístico de la zona y para evitar el paso peatonal por el estrecho puente de la carretera local cercana, se decidió (AÑOS 80), inverosímilmente, adosar un tablero-viga de hormigón como puente-tubería camuflado. Éste, daba servicio a una estación de bombeo de aguas y serviría de pasarela vecinal para solucionar, de paso, el problema de comunicación entre ambas márgenes. Se requeriría (el conjunto hace daño a la vista) una actuación por parte de Patrimonio de la Comunidad de Madrid para devolverlo al aspecto original. El puente cuenta con 2 tajamares triangulares sólo aguas arriba, estando el derecho en muy mal estado, es de piedra granítica de la zona, y tiene 3 vanos con arcos de medio punto. En la foto superior derecha aparece en su estado en los años 40, detrás de él, el molino.
Los restos que quedan aguas arriba del puente, son de un antiguo molino harinero del siglo XV, que perteneció al Marqués de Santillana y que se ha venido utilizando hasta los años cuarenta, para moler la cosecha de cereales de los agricultores de los pueblos serranos limítrofes (Villalba, Galapagar y Hoya de Manzanares).
Estuvo en funcionamiento hasta mediados del XX. El desnivel del enclave proporciona las conducciones para el funcionamiento del molino y hasta mediados del siglo XX era una frecuentada zona de baño. El molino harinero fue la única edificación de la zona hasta el siglo XX. La creación del apeadero de RENFE dio pie a su actual desarrollo como barrio de Galapagar.
Proseguimos la ruta aguas abajo del Guadarrama por su margen derecha, apreciando las importantes huellas del curso del agua en las piedras de granito.
La viveza del musgo en las rocas, el esplendor de las encinas; en definitiva el maravilloso paraje que nos albergaba, coronado por esas impresionantes cumbres nevadas de la Sierra de Guadarrama, junto con la preciosa luz de la mañana de invierno, hacía que olvidáramos el fresco mañanero y nos envolviera esa sensación gozosa de estar en el sitio, en el momento y con la compañía adecuadas. Nos acompañaron en algún momento, sobrevolándonos, un buitre negro y otro leonado.
Avistamos a lo lejos el puente de la Alcanzorla. El Puente de la Alcanzorla está a medio camino entre Torrelodones y Galapagar, aunque dentro del término municipal de este último pueblo. Popularmente se le conoce como el Puente Romano, pero este origen no parece del todo cierto, dadas sus proporciones, su construcción y su ubicación, es, inequívocamente andalusí. Aunque es muy posible que hubiera un puente romano anterior.
Se edificó en un momento indeterminado entre los siglos IX y XI, cuando la población islámica procedió a la fortificación de la Marca Media, si bien algunos historiadores concretan algo más y sitúan su fundación durante el califato de Abderramán III (891-961). La Marca Media es una de las demarcaciones territoriales de Al Andalus,que, por su situación al sur del Sistema Central, en una zona fronteriza con los reinos cristianos, jugó un papel decisivo en la defensa de Toledo, entre los siglos IX y XI.
El puente, además, se asienta directamente sobre la roca, rasgo constructivo típicamente islámico, la arcada se sustenta en roca madre. Su ubicación, también parece informar de que estamos ante una obra musulmana por la dirección que seguía el camino militar que iba desde el Valle del Jarama hasta el del Tiétar. Muy cerca de su enclave, se alzan otras tres construcciones andalusíes: la Atalaya de Torrelodones, la Torrecilla de Nava de la Huerta, en Hoyo de Manzanares, y el Puente del Grajal, en Colmenar Viejo.
Alcanzorla, que según parece tendría origen en la palabra alcandora (voz arábiga), que era una hoguera o luminaria para hacer señales. Esto estaría relacionado con la utilidad del puente para unir las torres o atalayas de vigilancia mediante con un sistema de hogueras se avisaba de la presencia del enemigo.
En 2015 se desarrolló un proyecto para su restauración, procediéndose a su consolidación y retacado, recuperando parcialmente, también, sus arranques.
Proseguimos hacia el Puente Nuevo, o, Puente Herreriano.
El puente data del siglo XVI. Fue construido por orden del rey Felipe II, dentro de las obras de rehabilitación de diferentes caminos, seguidos por el monarca en sus desplazamientos desde Madrid hasta el Monasterio de El Escorial. La construcción de esta infraestructura, finalizada en el año 1583, permitió abrir una ruta más directa de la que habitualmente empleaba el monarca, coincidente, a grandes rasgos, con el Camino Real de Valladolid (Madrid-Torrelodones-Collado Villalba-Guadarrama-El Escorial).
Con el nuevo camino, Felipe II atajaba desde Torrelodones, tomando rumbo noroeste hacia Galapagar y, desde aquí, directamente hasta el Real Monasterio.
El puente es de estilo herreriano. Se sostiene sobre un único arco, de medio punto, custodiado en sus extremos por dos sólidos tajamares, en la línea estructural del Puente de Segovia, de Madrid, cuya autoría se ha atribuido a Juan de Herrera. En ambos frontales, el puente presenta sendos relieves, en los que se representa sintéticamente la parrilla escurialense, símbolo del Real Monasterio (según la tradición, la planta de este edificio asemeja una parrilla, en conmemoración del martirio sufrido por San Lorenzo, en cuyo honor fue erigido el monumento). Está construido enteramente en sillería de piedra de granito. Su rigor geométrico, la relación matemática entre los distintos elementos arquitectónicos, los volúmenes limpios, el predominio del muro sobre el vano y la ausencia casi total de decoración, son las razones por las cuales, en su época, el estilo era denominado desornamentado. También es conocido como estilo escurialense, en alusión al edificio que sirve de paradigma a esta corriente arquitectónica.
Proseguimos hacia el túnel bajo el ferrocarril, en el que se encuentra una gran piedra circular, que podría pertenecer a un posible molino sin corroboración documental, hasta el momento.
En el río, pudimos apreciar un banco de peces, posiblemente barbos, en bandada reposando bajo los rayos de sol.
Algunos fresnos lucían ya sus flores.
Algunos de los chopos, o álamos negros, que encontramos a la orilla del río, tenían setas de yesca o casco de caballo (Fomes fomentarius) . Su interior contiene un material fibroso que arde sin llama consumiéndose muy lentamente, por lo que fue utilizada en el pasado por pastores y gente de campo para conservar el fuego de un día para otro. También fue usada en medicina popular para tratar heridas sangrantes debido a sus virtudes hemostáticas.
Finalmente, regresamos al punto de partida, deteniéndonos en una hermosa formación granítica, escoltada por las cumbres nevadas que nos acompañaron durante todo el recorrido. En este lugar nos hicimos la foto-recuerdo de la jornada que aparece al comienzo de la crónica.
Finalmente nos despedimos bajo los rayos del sol, que quiso ser testigo de nuestra primera marcha del año.
Agradecimiento a la colaboración de todos los que han hecho posible esta actividad y su documentación, Carlos, M. José, Ramón, Ignacio, Miguel, Javier, y, a todos los que habéis colaborado para que el día transcurriera feliz y fructífero.