La primera globalización fue castellana: origen e historia de la Mesta.
Sus fundamentos no eran solo mercantiles y expansivos, sino que fueron propiciados por los favorables lances bélicos que enfrentaron a Castilla con otras potencias marítimas.
En el año 1273, Alfonso X el Sabio, el enorme rey castellano que tan gran legado dejó a la historia, creó, con la idea de dirimir diferencias entre los ganaderos trashumantes y la sedentaria gente del campo, una enorme organización con proyección internacional. Los conflictos entre los agricultores y los ganaderos eran más que frecuentes y en ocasiones acababan de forma abrupta, básicamente, por los temas relacionados con las cañadas reales, tema este que tuvo cierto grado de imposición, en esencia, por condicionantes orográficos y operativos difícilmente negociables.
Este monarca de fértil creatividad y de talla política probada, tras consultas, arbitró las diferencias entre ambos colectivos y tomó una decisión salomónica; diseñó un marco en el que los agravios al campesinado fueran los mínimos posibles, incluso concediendo indemnizaciones para los colonos. De paso, favoreció el que probablemente fuera el primer grupo de presión europeo, de tal manera que, con el tiempo, este llegaría a manejar sus actividades en Calais (una vez desalojada la piratería inglesa por Tovar, Pero Niño y Bocanegra), Países Bajos, Amberes, Brujas y hasta en el mismísimo balcón Báltico, promoviendo a través de la Liga Hanseática la difusión de la famosa lana merina entre otros productos de exportación. Se calcula con bastante aproximación que en 1521 ya había una cabaña de 21.000.000 de ovejas entre las cuatro razas principales.
El llamado Honrado Concejo de la Mesta se creó tras una entente cordial entre todos los pastores de Castilla y de León, desembocando en una afortunada asociación formal de dimensiones nunca vistas. La comprometida protección de la Corona y la exención del servicio de armas le dieron cierto atractivo a una durísima profesión en la que, durante seis meses de trashumancia, se vivía sin paréntesis y con intensidad la conducción, el trasquilado y castrado, junto a la cobertura de docenas de mayorales, pastores, zagales y mastines.
Basta decir que las diferentes cabañas de ganado ya fuera grandes masas de trashumancia o pequeños rebaños o reatas, tenían paso franco siempre y cuando se acatara el tiempo de la siembra y el de la cosecha, algo que no siempre se respetaba, pues en estos paréntesis no siempre imperaba el sentido común. Los que atentasen contra los pastores podían ser apercibidos en primera instancia, pero si eran repetidores, al calabozo por una temporada. Asimismo, se les dispensaba de pagar montazgos (derechos de paso por territorios protegidos por el rey).
La Mesta se puede decir que surgió al principio con el objetivo de crear cañadas y dehesas en su fase temprana, para luego consolidarse por aquello de que las costumbres se hacen leyes. Históricamente, siempre se ha valorado la formidable apuesta marítima promovida por el reino de Aragón generando el mercadeo intensivo en su predio mediterráneo a un nivel mucho más avanzado y próspero que la República de Venecia y la de Génova, pero en esta valoración, hay cierto sesgo por omisión. Al otro lado de las fronteras y zonas de influencia pactadas en función de la llamada Reconquista, Castilla, reino europeo de dimensiones mayores que Inglaterra o Francia, en aquel tiempo, no estaba de brazos cruzados.
Artículo de Á. Van den Brule A. para el Confidencial.
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