Aprovechando una magnífica mañana de primavera, unas cincuenta personas nos dimos cita en Hoyo de Manzanares para recorrer parte del antiguo camino que utilizaban los habitantes de Hoyo para ir hasta la estación de ferrocarril de Torrelodones, disfrutar de las vistas que se tiene desde estas alturas de toda la planicie madrileña hasta los montes de Toledo, y conocer algunas de las maravillas de la naturaleza y de la historia de este pueblo de la sierra del Hoyo. Nuestros guías, José Luis y Felipe nos fueron relatando curiosidades de su historia, y Miguel del Cerro, que conoce como nadie la flora de este entorno nos ilustró con algunas explicaciones sobre las especies vegetales que fuimos observando, y sus adaptaciones al ecosistema.
La primera parada la hicimos para abastecernos de agua en una fuente de Matarrubia, una impresionante pradera con una poco afortunada plantación de encinas, que por supuesto no han prosperado en unos terrenos que, como pudimos comprobar hoy mismo, se encharcan con gran facilidad.
Seguidamente, nos detuvimos en la explanada en la que funcionaron, en los años 60 del siglo pasado, los decorados de cine en los que se grabaron más de 600 películas, fundamentalmente de vaqueros y algunas de gángsters. Actualmente, solo quedan como testigos de todas las construcciones que poblaron este enclave un par de abrevaderos, y las historias de los habitantes de Hoyo, para quienes esta actividad supuso un gran impacto económico. Hay que reconocer que la imagen de la sierra de Hoyo que se tiene desde este punto no desmerece en nada los paisajes de las grandes llanuras norteamericanas que se pretendía reflejar. Aquí, José Luis aprovechó para llamarnos la atención sobre la interesante morfología granítica de todo el entorno.
Nuestra siguiente parada fue en las charcas de los Camorchos, cuyo origen se encuentra en las sacas de arena para la construcción, y que han dado lugar a unas láminas de agua que han generado un ecosistema actualmente protegido por su importante población de anuros y urodelos (sapos, ranas, tritones), amenazada por los coleccionistas que se llevan ejemplares de estas especies y por la introducción de otras especies alóctonas. Además de muchos renacuajos y algún pato, pudimos admirar la vegetación que se ha ido aclimatando en este hábitat: ranúnculos, juncos y enea, bardagueras, fresnos.
De vuelta a nuestro punto de origen, en el nuevo aparcamiento en el centro del pueblo de Hoyo de Manzanares, nos detuvimos para almorzar en el precioso barranco del cura. Luego ascendimos hasta el chamizo de los guardas forestales, de donde pudimos disfrutar una vez más de las vistas. Al finalizar el paseo, algunos aprovecharon para tomar el aperitivo en el bar de nuestro amigo Felipe.