ALPEDRETE: Finca Mataespesa,
vías pecuarias, canteras, caminos
y Museo Cantero.
La mañana se levantó lloviendo, las nubes dejaban escapar ese dádiva que tanto necesitamos, agua; agua pura y cristalina manando desde más allá de la capa gris que nos cubría. No, no íbamos a echarnos atrás; los camineros no desperdiciamos la oportunidad de encontrarnos con los amigos y de conocer las bellezas ocultas de nuestro entorno.
Temprano, nos dirigimos al punto de encuentro, cada uno desde los amorosos brazos de nuestras madrigueras. Cómo ya sabéis, en las convocatorias, se adjunta una hoja de cálculo para que rellenen los asistentes que tienen disponibles plazas libres en los vehículos para llegar al lugar de la cita; así hay otros camineros que les pueden contactar para viajar juntos y, de este modo, minimizar el impacto del CO2 en el cambio climático y optimizar los recursos disponibles. Poco a poco nos vamos acostumbrado a rellenarla y utilizarla.
Nos encontramos en Alpedrete para comenzar la marcha, a ver que nos deparaba la jornada. Un plan arriesgado por la previsión meteorológica, pero siempre hemos tenido un pacto secreto con el tiempo, por el que éste nos ha permitido disfrutar de nuestros planes.
Miguel Pascual, que en esta ocasión hizo de guía-sherpa para descubrirnos los interesantes lugares de Alpedrete, nos hizo una introducción para explicarnos que este municipio está situado dentro de la Reserva de la Biosfera de las Cuencas Altas de los Ríos Manzanares, Lozoya y Guadarrama, con una gran variedad de ecosistemas. nos comentó, también, brevemente el recorrido que íbamos a realizar.
Salimos del núcleo urbano, ascendiendo por una ladera y recorriendo los límites de la zona urbana, llegamos a una cantera, la cantera Arcilleros. Miguel nos explicó, que la tradición cantera en Alpedrete data desde hace mucho, mucho tiempo, algunos estudiosos creen que los romanos ya trabajaban la piedra en este lugar dándole nombre «ad petrum» (Alpedrete), otros sin embargo piensan que fueron los árabes los que dieron nombre a la localidad. también se cree que la tradición cantera del pueblo se remonta al S. XIII, cuando canteros del norte de la península vinieron buscando trabajo tras finalizar la Catedral de Santiago de Compostela y, también se dice que fue alrededor del Siglo XV, cuando llegaron con la trashumancia para trabajar la piedra en verano y hacer carbón para la corte madrileña en invierno.
Lo que está contrastado es que más tarde, en el S. XVI, cuando se empezó a construir el Monasterio de El Escorial, tuvo mucho auge el oficio de cantero entre los alpedreteños. En fin, de cualquier manera, en esta labor se especializaron los vecinos de Alpedrete, destacando tres periodos esplendor en los que el granito de Alpedrete transformó la urbe de Madrid y los sitios destacados de las clases dirigentes:
1.-Monasterio Escorial y Reales Sitios: Palacio de Balsaín, Palacio de Riofrio y La Granja,
2.-Siglo XVIII-XIX. Transformación Madrid: el Palacio Real, Las Salesas Reales, el Puente de Toledo, la Puerta de Alcalá, el Banco de España.
3.-La II República y postguerra: Nuevos Ministerios, el Valle de Los Caídos…
Llegó a haber hasta 85 canteras en las que la explotación de las mismas se cedía a familias. A principios de siglo XIX daban trabajo a 400 trabajadores.
De las obras realizadas con el granito de este lugar, cabe reseñar; “El Tribunal Supremo de Madrid, o Salesas Reales, que se reconstruyó tras un incendio en los años 20 y uno de sus dinteles era un enorme bloque de granito de 15.000 kg, procedente de la cantera de los hermanos Guillén. Los bueyes del “Tío Dimas” no eran suficientes para transportar tan pesada carga, hubo que recurrir a los vecinos de Moralzarzal y Becerril que prestaron sus bueyes hasta completar 8 parejas que, junto con el carro, medían más de 50 metros.
Para poder trasladarlo, se derribaron tapias para agrandar los caminos, y hubo igualmente que reforzar el puente sobre el río Guadarrama, hasta llevarlo a la estación de tren de Villalba, según cuentan las gentes.
Actualmente, las canteras están abandonadas; algunas restauradas, otras naturalizadas.
Mantienen el agua todo el año, aunque algunas son charcas temporales.
Las canteras, están incluidas en catálogo de Humedales de la Comunidad Autónoma de Madrid.
Albergan poblaciones de especies de anfibios amenazados y de gran interés, así como aves ligadas a los cortados rocosos que se forman al extraer material.
Tienen un alto valor paisajístico, recreativo y de hábitat natural.
En cuanto a la flora asociada asociada a las mismas, destacamos: el ranúnculo, la glyceria, enea, juncos, fresnos, encinas, y en general, matorral mediterráneo.
Entre la fauna asociada, encontramos el sapo partero, sapo común, sapillo pintojo, sapo corredor, ranita de San Antón, tritón, gallipato…
Entre los peces, encontramos numerosas especies invasoras en las canteras de la dehesa: pez gato, carpa, gambusia o gambusino, perca sol, trucha arcoíris.
Después de la amena charla introduciéndonos en los múltiples valores de las canteras, y asombrados por contemplar tanta belleza a pesar de la lluvia y de la escasa luz que, sin embargo, nos revelaba matices que el sol nos hubiera negado, continuamos la marcha hacia un encerradero de ganado circular, de unos 50 metros de diámetro, con dos vanos de acceso, mampostería de granito y muy próximo a la finca de Mataespesa, por lo cual, se piensa que pudiera utilizarse para alguna tarea en relación con el ganado vacuno de la finca .
Proseguimos hasta llegar a un camino empedrado, después de pasar por lo que fue una fuente, llegamos a la finca-castillo de Mataespesa.
Un rastro aún visible de la importancia que tuvo en su día esta finca-castillo es el nombre de la estación de tren de Alpedrete, Mataespesa-Alpedrete. En su origen el ferrocarril (Madrid-Segovia) atravesaba la finca de la que hablamos, y contó con un apeadero.
En total la finca llegó a tener una extensión de aproximadamente 119 hectáreas. Perteneció a la Duquesa viuda de Valencia, Doña María del Carmen Macías y Ramírez de Arellano, quien, tras unir dos fincas, una en Alpedrete y otra en Collado Mediano, creó un complejo agropecuario, en un momento en que por parte del Gobierno de España se potenciaban estas explotaciones para paliar, en alguna medida, los desastres que en las poblaciones habían provocado las desamortizaciones.
Las desamortizaciones habían sido un negocio para las exiguas finanzas estatales, eso si, a base de dejar a las poblaciones sin los lugares donde se alimentaba su ganado y sacaban combustible para sus cocinas y chimeneas; al adueñarse de esos terrenos comunales la propiedad privada (nobles y burgueses con posibles), se arrojó a los vecinos desde la pobreza, a la miseria. Es por eso, que se fomentaban las fincas agropecuarias, en las que al menos, algunos de los paisanos pudieran emplearse atendiendo al laboreo y al cuidado del ganado.
La finca Mataespesa, contaba con una explotación bovina, maderera (encinas y fresnos), se utilizaba también como cantera y, por supuesto para la caza, donde se hacían los negocios entre las personalidades cercanas al poder, de hecho, se dice que por el pabellón de caza pasó Alfonso XII. El palacio fue construido a finales del siglo XIX
y recibió el apodo: «el Castillo de Alpedrete», debido a las almenas que recorren sus muros. Junto a la casa señorial, también existieron otras edificaciones; una pequeña iglesia situada a uno de los costados del Castillo y otras construcciones que fueron destinadas a casa del guarda, el hortelano y el vaquero, además de un gallinero, un palomar, una vaquería, garajes cuadras y otras dependencias. Debió ser un bello palacio en su momento álgido, alrededor del cual hervía la actividad.
Sería muy aconsejable la protección de este vestigio cultural y su entorno natural, ya que está casi rodeado de urbanizaciones y sufre una enorme presión urbanística. Una vez más nuestra sierra nos ofrece bellos rincones cargados de historia sobre una naturaleza que nos conmueve.
Podéis leer un artículo del Guadarramista sobre esta finca,
Llegamos hasta un mirador desde donde se divisa toda la sierra, dicen; porque en esta ocasión las nubes nos impedían disfrutar de la vista, aunque sirvieron de pantalla donde proyectar nuestra imaginación.
Allí, nuestro amigo Ramón García Ada, nos comentó detalles sobre la vegetación que nos rodeaba, introduciéndonos en el contexto de la península ibérica; explicó que nuestro país se podía dividir, desde un punto bioclimático, en dos regiones, la Eurosiberiana (la que forma parte de la Europa verde, Galicia y Cornisa cantábrica) y la Mediterránea (el resto del territorio). Las plantas se distribuyen en una serie de pisos de vegetación característicos, dependiendo de la altitud. En el Sistema Central, ubicado en la Región Mediterránea, se reconocen el Piso de la Encina, el Piso del Roble melojo, el Piso del Piorno serrano y el Piso de los Pastos de cumbres. Además de estas formaciones (encinares, melojares…), también existen otras como pinares, abedulares, fresnedas, hayedos, etc.
En Alpedrete domina el piso de la encina y sus etapas de sustitución, sobre todo la de la jara pringosa, también pueden aparecer ejemplares aislados o pequeños bosquetes de melojos, dependiendo de la altura.
También comentó, que el avance de las técnicas de datación y de ADN, han permitido demostrar, por ejemplo, que de manera autóctona han existido desde tiempos remotos cuatro especies de pinos en el país: el silvestre, albar o dé Valsain, el negral, salgareño o cascalbo, el resinero y el piñonero . Especialmente llamativo es el caso del castaño; se creía, que muy posiblemente, había sido introducido durante la dominación romana, y se ha comprobado que ya existía en el Sistema Central hace unos 13.000 años. A lo largo de la historia, y según sus intereses, los habitantes del territorio han ido favoreciendo a algunas de estas especies arbóreas en detrimento de otras.
Proseguimos el camino, hasta encontrarnos otra cantera inundada. Una gran cantera, preciosa, con vegetación asociada. Ramón intervino para revelarnos que las plantas que crecían en el agua eran de enea, anea o espadaña, que tradicionalmente se usó para los asientos de las sillas de paja y otras artesanías. Respecto a las hojas de la jara pringosa, nos contó, que producen una oleorresina denominada ládano, que tuvo diversas aplicaciones en la medicina popular tradicional, empleándose, en el día de hoy, en la fabricación de perfumes como fijador de fragancias. Además inhibe el crecimiento de otras plantas, razón por la que bajo los arbustos de las jaras, habitualmente, no crece prácticamente nada.
Proseguimos el camino para encontrar otra cantera, más pequeña pero encantadora también.
Nos dirigimos al Cordel del Camino de Los Molinos, donde decidimos dar la vuelta hacia Alpedrete a ver el Museo Cantero, ya que la posada romana “Mansio”, algunos la conocíamos y no queríamos retar al tiempo que, aunque con lluvia suave intermitente, nos había permitido pasar una excelente jornada.
Llegamos al Museo Cantero, en el que nos introdujeron en el mundo de la cantería y la historia cantera de Alpedrete.
Las personas que atienden el museo son excelentes profesionales. El museo lleva abierto aproximadamente un año, más o menos cuando la Comunidad de Madrid protegió los humedales de las canteras de Alpedrete, es pequeño pero muy interesante, ordenado, completo y muy recomendable.
Por fin nos despedimos disfrutando de unas bebidas y compartiendo los detalles que más nos habían impactado en el recorrido.
Agradeciendo a Miguel Pascual la propuesta, a Ramón, por sus, siempre, interesantes aportaciones, a Carlos y a todos los que se ocupan de que la jornada salga redonda, nos despedimos hasta nuestra próxima aventura.
En esta crónica también han contribuido, además de los mencionados anteriormente, Carmen, Rosa, Manuel, etc. con sus fotos y sus apreciaciones. Gracias a todos. Seguiremos disfrutándonos.