Dirigiéndonos hacia Collado Mediano, punto de inicio de la jornada, pudimos percibir la profunda herida, que el incendio de este verano, ha dejado en el Cerro del Castillo que corona Collado Mediano. En él, ardieron 36 hectáreas, 12 de ellas de superficie arbolada, y nos hace reflexionar sobre las medidas que se deben tomar para evitar y/o minimizar estas catástrofes originadas frecuentemente por el ser humano. Nos quedamos meditabundos, esperando que los amigos retornaran en nuestro espíritu, la esperanza en un mañana mejor para todos.

Llegando al punto de encuentro, nos reunimos de nuevo los camineros, para disfrutar del día y conocer el yacimiento arqueológico de “El Beneficio,” además del entorno natural donde se localiza. Esta salida la organizaron y explicaron M. José Calvo y Carlos Sanjuan, compañeros de la Junta Directiva, que nos prepararon una estupenda mañana. Mientras llegábamos, tuvimos la grata sorpresa de descubrir que, en esta ocasión, nos acompañaba Julio, cetrero de la Navata con su «águila Harris», de nombre Blasa, que nos hizo gala de su compañía, como en otras memorables ocasiones.

Iniciamos la marcha hacia el centro de interpretación del yacimiento, llegando a la Vereda de Entretérminos, encontrándonos un descansadero con su fuente y su abrevadero.

Una vez llegamos al centro de interpretación, nos dividimos en dos grupos, porque oye, últimamente, el grupo de amigos camineros ha crecido mucho, y, entramos en los sitios, a rondas.

Este yacimiento arqueológico se origina en torno a una posada («Mansio») situada junto a la calzada romana que atravesaba la sierra de Guadarrama por el puerto de la Fuenfría, una «estación de servicio» romana, como nos comentaba Charo, la estupenda guía que nos descubrió los secretos del yacimiento y, cómo se desenvolvía la vida entre los siglos I al IV, período de tiempo en el que se estima estuvo en funcionamiento dicha posada. Los romanos poseían unos excelentes profesionales ligados al ejército que hicieron una densa y eficiente red de caminos, ésta les facilitó ocupar la península con mucha rapidez. En concreto, esta calzada, comunicaría principalmente Titulcia con  Segóbriga, Vía XXIV de Antonino, perteneciente al mapa de rutas romanas que efectuó  a las órdenes del Emperador Vespasiano.

Más o menos cada día de viaje, 100 kilómetros o, a unas 60 millas romanas, se construía una «Mansio», cuyo fin  era el de recibir a los oficiales del ejército y a los hombres de negocios romanos que recorrían el imperio.

Esta «Mansio» romana contaba, en torno a un gran patio interior, con una habitación común, para que los visitantes pudieran pernoctar y una zona de cocina y baños. El edificio cuenta además con un conjunto de termas que funcionaba por medio de un horno externo que calentaba tres salas distintas por las que pasaban los viajeros, la del agua caliente, templada y la del agua fría. Es sabida la importancia que tenía el agua para los romanos, que centraba su vida social.

Proseguimos, tras esta inmersión en el pasado de este lugar de la sierra de Guadarrama, listos para conocer los caminos y entorno natural que nos rodeaba: la «dehesa», paisaje modificado por el hombre a lo largo de los siglos, cuyas cualidades no se han puesto en valor suficientemente, y sobre la que publicamos en esta web un interesante artículo de la Federación de amigos de la dehesa https://sociedadcamineradelreal.org/la-dehesa-el-unico-sistema-posible-al-sur-de-europa/

En este caso, una dehesa boyal, rodeada con vallas, normalmente, de «muro de piedra seca» una técnica constructiva de origen tradicional que se realiza mediante el uso de piedras, pero sin utilizar ningún tipo de mortero o argamasa.  Usándose arena seca, en ocasiones, para rellenar los huecos de la pared. La UNESCO inscribe esta práctica en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2018. La dehesa ha servido, desde tiempos inmemoriales, para que paciera el ganado y se alimentara en épocas de invierno con las ramas de fresnos y los frutos de las encinas y robles. En un receso, Ignacio Cascajares, ingeniero forestal y caminero, que siempre nos ilustra, explicándonos la biodiversidad que nos encontramos relacionada con los usos tradicionales y forestales, nos explicó, que este punto de altitud, era el paso de las dehesas de encina y roble, a las dehesas de fresno, ya que el roble y la encina no se adaptan bien a los fríos de la sierra. También en este punto, encontramos los últimos alcornoques, que aunque quedan pocos por el descenso de pluviosidad, los ejemplares que permanecen y, que más tarde observaríamos, eran espectacularmente bellos.

Mientras Blasa iva haciendo amigos.

La mañana era preciosa, sin embargo, se barruntaba tormenta.

Las nubes avanzaban, aunque nosotros esperábamos que se acompasaran a nuestro ritmo.

Proseguimos a disfrutar de estos alcornoques, cuyo paraje y porte, nos dejaron impresionados, al contemplar un precioso alcornoque de unos 400 años, en un paraje singular y bellísimo. Una amplia dehesa y allá, a lo lejos, Ignacio nos señalo otro alcornoque y más allá, un tercero.

 

 

 

Mientras, Blasa, parecía una caminera más, tanto, que se acercó a examinar a Eulalia, nuestra presidenta, que por cierto, estrenaba un báculo muy digno.

El diámetro del tronco de este ejemplar era impresionante.

Muy a nuestro pesar, iniciamos a marcha rápida el regreso, ataviándonos con ropa de lluvia, ya que las nubes no esperaron a nuestra llegada, sino que descargaron el agua que tanto necesitamos. Aunque nos mojamos, el agua siempre es bienvenida, y la despedida, en este caso, fue poco honrosa, a ritmo de galope.

¡Hasta siempre, camineros!. Se cruzarán nuestros caminos en breve para disfrutar de otra jornada en excelente compañía.

Fotos de Ramón García Ada e Isabel García Benito.
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